Tu derecho es mi derecho
Por: Jesús Flores
En 2024, más de 127,950 personas en México dejaron sus empleos debido al acoso sexual y la discriminación laboral, según datos de Statista Research Department. Esta alarmante cifra representa un aumento del 16% respecto a 2023 y pone de manifiesto una realidad profundamente preocupante: la persistencia de un problema estructural que sigue forzando a miles a abandonar sus medios de vida.
El acoso, en su esencia, es una forma de persecución que acorrala y hostiga a las personas, generándoles un malestar psicológico y emocional que muchas veces resulta insoportable. Cuando este comportamiento se presenta en los entornos laborales, su impacto no solo es personal, sino también social y económico, debilitando las posibilidades de desarrollo humano y profesional de las víctimas.
Acoso sexual: una violencia silenciosa y normalizada
De acuerdo con el artículo 6 del Protocolo para la Prevención, Atención y Sanción del Hostigamiento Sexual y Acoso Sexual en México, el acoso sexual es una forma de violencia con connotación lasciva que se ejerce mediante el abuso de poder, dejando a las víctimas en un estado de indefensión y riesgo. Esta violencia puede manifestarse en múltiples formas, desde insinuaciones verbales hasta tocamientos no consentidos, y ocurre tanto en espacios laborales como en lugares públicos.
La Dra. Patricia Gaytán describe el acoso en espacios públicos como interacciones no consensuadas que generan un entorno hostil para quien las recibe. Estas prácticas, muchas veces disfrazadas de comentarios “inofensivos” o bromas, cosifican a las personas, especialmente a las mujeres, y perpetúan un sistema de desigualdad y exclusión.
A pesar de que México cuenta con un marco legal robusto que incluye la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia y el Código Penal Federal, entre otros, el problema no se erradica. La existencia de leyes no garantiza su cumplimiento si no se transforman las actitudes culturales que toleran y perpetúan el acoso.
Más allá de las cifras: la necesidad de un cambio estructural
Es evidente que las leyes y los protocolos son solo una parte de la solución. Para combatir verdaderamente el acoso sexual y la discriminación, necesitamos una transformación profunda que comience en el hogar y se extienda al ámbito educativo, laboral y público.
Esto incluye:
- Fomentar una cultura de respeto: Desde la infancia, debemos educar en igualdad y en el reconocimiento de los derechos de todas las personas.
- Protocolos efectivos en las empresas: Implementar políticas de cero tolerancia al acoso sexual y garantizar mecanismos claros y confidenciales para denunciar estas conductas.
- Mayor acceso a la justicia: Incrementar las agencias de ministerio público móviles y desarrollar herramientas digitales, como aplicaciones con botones de pánico, que brinden asistencia inmediata a las víctimas.
- Regulación del contenido sexualizado: Limitar la cosificación de las mujeres en la publicidad y los medios para promover un cambio en la percepción social.
- Campañas de sensibilización: Difundir información sobre los derechos de las víctimas y los recursos disponibles para denunciarlos.
Un llamado a la acción colectiva
El acoso sexual y la discriminación no son problemas individuales; son síntomas de una estructura social que permite la impunidad y normaliza la violencia. Es tiempo de transformar esta realidad con acciones contundentes que nos permitan avanzar hacia un México más justo e igualitario.
Porque el derecho a vivir y trabajar en un ambiente libre de violencia no es solo un derecho individual, es un derecho colectivo. Al garantizarlo, todos ganamos.
Jesús Flores es abogado y activista.