La erosión de la sociedad civil en México: entre hegemonías políticas y contextos cambiantes
Ciudad de México, 23 de noviembre de 2024.
La sociedad civil, antaño pilar esencial de las transiciones democráticas en América Latina y México, enfrenta un momento crítico. La desaparición de siete organismos autónomos en el país —entre ellos el Inai, el IFT y la Cofece—, tras una decisión legislativa impulsada por la mayoría gobernante, pone en duda la vigencia de las ideas que surgieron a finales del siglo XX sobre la importancia de estas instituciones como contrapesos al poder.
El argumento que sustentó la creación de estos organismos en aquel entonces era claro: en un sistema dominado durante décadas por el PRI y un presidencialismo prácticamente sin límites, era imprescindible construir instancias independientes que articularan las demandas ciudadanas y garantizaran transparencia, inclusión y autonomía en la esfera pública. Estas estructuras, definidas como “intermedias” entre el gobierno y la sociedad, parecían esenciales para consolidar la democracia en un país con un pasado autoritario.
Sin embargo, desde el discurso oficial de la actual administración, se plantea que estas instituciones han cumplido ya su función histórica. Según el gobierno de Morena, su mantenimiento es oneroso y algunas han incurrido en prácticas poco transparentes o incluso propiciado corrupción. En el marco de la llamada Cuarta Transformación, se propone que la consolidación democrática de México elimina la necesidad de mantener organismos autónomos, especialmente cuando, en palabras de la administración, las demandas sociales pueden ser atendidas directamente por un gobierno popular y legítimo.
El impacto internacional y el cambio de paradigmas
El debate no es exclusivo de México. La noción de fortalecer la sociedad civil para facilitar las transiciones democráticas fue una idea que permeó en América Latina, Europa del Este y el sur de Europa a finales del siglo pasado. Países como España, Chile y Polonia encontraron en esta fórmula un camino hacia la democratización. Autores como Anthony Giddens o Jean L. Cohen teorizaron ampliamente sobre su importancia, mientras que en México, figuras como Alberto Olvera y Rubén Aguilar destacaron su papel en la alternancia política lograda en el año 2000.
Sin embargo, el actual contexto internacional parece cuestionar muchas de estas certezas. Tanto desde la izquierda como desde la derecha, las narrativas que apelaban a una esfera pública abierta y a la articulación de la sociedad civil enfrentan escepticismo. Paradójicamente, la administración de la 4T justifica su estrategia no a través de ejemplos de estados plurinacionales como Bolivia, sino evocando al sistema estadounidense, que carece de organismos autónomos similares pero cuenta con una sociedad civil robusta.
¿Un cambio de discurso político?
El contraste entre el discurso actual y el del pasado reciente es notable. Quienes antes advertían que la ausencia de una sociedad civil autónoma podría llevar a México a una oligocracia partidista similar a la de Estados Unidos, ahora defienden la eliminación de organismos autónomos como un paso hacia un modelo más eficiente y democrático.
Este cambio de perspectiva genera desconcierto, especialmente en un movimiento político que históricamente se opuso al neoliberalismo y abanderó la participación social como pilar de su narrativa. En este sentido, la desaparición de los organismos autónomos no solo redefine la relación entre el Estado y la sociedad civil, sino que plantea preguntas sobre el rumbo democrático del país.
En un contexto donde las hegemonías políticas emergen con fuerza, la autonomía de la sociedad civil y su capacidad de articular demandas sigue siendo un tema crucial para garantizar que la democracia mexicana no retroceda hacia los defectos del pasado.